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7 de mayo de 2012

A la venta un Ford GT40, todo un histórico de la competición

A lo largo de su historia, Ford ha tenido muchos modelos icónicos. También en lo relativo a competición, pero probablemente hay uno que destaca entre todos ellos: el Ford GT40, cuyo nombre permanece indisolublemente unido a las 24 Horas de Le Mans tras haber marcado época, una gloriosa época, a finales de la década de los sesenta. De hecho, y hace unos diez años, la marca del óvalo resucitó su espíritu para calle en forma de superdeportivo con el Ford GT, pero esa ya es otra historia, la que incumbe a los modelos retro con glorioso pasado a sus espaldas.

Y este glorioso pasado nace precisamente con el Ford GT40. Nacido de la ambición de Henry Ford II para disputar la hegemonía de Ferrari en las carreras de resistencia, ante la inesperada cabezonería negativa de Enzo Ferrari a vender finalmente la marca que llevaba su apellido a los americanos. Ese fue el momento que en Ford quisieron aprovechar para darle a la propia Ferrari donde más le dolía, ganándole en los circuitos. Y a buena fe que lo consiguieron durante varios años con el Ford GT40, ganando cuatro veces Le Mans sin apenas oposición entre los años 1966 y 1969.

Con este currículum, las diferentes evoluciones de los Ford GT40 entraron directamente en la historia. Ahora, para aquellos adinerados que quieran poseer y disfrutar de un pedacito de la historia de la automoción, tienen una ocasión que muy pocas veces aparece: un Ford GT40 Mk.I, con número de chasis P/1003, se encuentra a la venta en Fiskens. Se trata de una unidad que corrió el campeonato de GT de 1965 bajo las órdenes de Ford Francia, con Guy Ligier al volante (el mismo que más tarde fundaría su propia escudería de Fórmula 1).

El historial de este Ford GT40 también abarca otras carreras emblemáticas, como la victoria en los 1.000 Km de Nürburgring de 1966 o la Targa Florio de 1967, venciendo su categoría y finalizando quinto en la general de la mano de Jean-Michel Giorgi. Años después, tras su retirada de la competición, sería vendido a un británico, quien lo guardaría en su colección privada en estado totalmente original durante treinta años. Ahora le ha llegado el momento de cambiar de manos: no se conoce su precio, pero su estado, totalmente original (aunque con un interior que quizás necesitaría una pequeña restauración) no hará sino subir su ya de por sí elevada cotización.

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